¿Y qué?

Los cuatro principios 
de Shinichi Suzuki 

¿Y qué?
No hagas nada
Sé natural
No te preocupes, sé feliz

Onegaishimasu. Saludos a todos. Vamos a empezar con la lectura del Shokushu #17 de Koichi Tohei Sensei, Reiseishin:

Reiseishin (La mente universal)

Como seres humanos se nos ha dado una mente que está directamente conectada con el universo. Esto es Reiseishin.

El agua, cuando está en calma, puede reflejar claramente la luna. Cuando nuestra mente está en calma, Reiseishin se expresa de manera clara e inconfundible. En cuanto surge esta mente, en ese momento, cualquier deseo y afán egoísta desaparece y brilla la mente universal de amor y protección hacia todas las cosas. 

Pulamos nuestro Reiseishin.

Shinichi Suzuki Sensei fue reconocido por su maestro, Koichi Tohei Sensei, como el primero en alcanzar el 9º Dan, fuera de Japón. Suzuki Sensei era un maestro genial.  Sin embargo, tal vez sería necesario haber entrenado con él personalmente para apreciar completamente estos cuatro dichos suyos. Así que, por favor, permitidme proporcionarles un poco de antecedentes. Le he seguido como alumno durante casi 50 años. Cuando vivía, era el instructor jefe de Maui Ki Aikido aquí en el Dojo Shunshinkan en Maui, Hawaii. 

Suzuki Sensei nació aquí en la isla de Maui, el mayor de una familia de 10 hijos. Se convirtió en oficial de policía antes de la Segunda Guerra Mundial, y con los años llegó a ser un detective conocido. Alcanzó el rango de comandante de detectives. Sensei me dijo una vez que el secreto para ser un agente de policía o un detective eficaz reside en tratar a todo el mundo, incluso al peor criminal, con total respeto y consideración. El atribuye esta actitud y práctica el no haber tenido que sacar nunca su arma en todos sus años con la policía. Cuando Sensei estaba listo para jubilarse, le pidieron que fuera el comisario de policía, lo cual consideraba un gran honor, y que me dijo que había deseado mucho aceptar. Sin embargo, había que elegir entre eso o ir a Japón a entrenar con Tohei Sensei. Al ser la atracción más poderosa, eligió esta última.  Esto fue en 1973, el año en que Koichi Tohei Sensei renunció a su posición como Instructor Jefe de la Sede de Aikido, e introdujo su propia escuela enfatizando fuertemente el entrenamiento de Ki, entonces llamada “Ki no Kenkyukai”. Por lo tanto, Suzuki Sensei estuvo presente y ayudó a Tohei Sensei en todas las decisiones y reuniones importantes que rodearon esta transición crítica. Durante esa visita, permaneció en Japón actuando como otomo de Tohei Sensei durante un año y medio. Suzuki Sensei fue asignado a la tarea de manejar toda la correspondencia extranjera durante este período, y por muchos años después.

Cuando vine al dojo de Maui en la primavera de 1974 para investigar el Aikido, Suzuki Sensei estaba todavía en Japón. Por lo tanto, no lo conocí hasta seis meses después de comenzar el entrenamiento. De algún modo, él y yo tuvimos una relación muy estrecha poco después de conocernos. Sin embargo, por muy cercanos que fuéramos, nunca olvidé que él era mi maestro. Este es un punto muy importante. Si realmente tienes una verdadera relación de alumno-maestro, tienes un fuerte vínculo, único y profundamente personal, porque estás explorando cosas juntos que quizá nunca explores con otras personas. Es el tipo de estudio de investigación que no se lleva a cabo con cualquiera. Al principio, hay una gran brecha entre el maestro y el alumno, pero a medida que pasa el tiempo, al menos con un alumno auténtico y un maestro digno de confianza, esa brecha se cierra hasta que ya no existe.

Suzuki Sensei era un gran león de corazón. Para los que lo conocisteis y entrenasteis con él, ya sabéis que podía dar un poco de miedo al momento de conocerlo.  Su enseñanza era grande, atrevida y una declaración descomunal de autenticidad, exhibiendo una experiencia sin igual. Al mismo tiempo, era un tío cálido y amistoso, con quien era divertido pasar el rato. 

Todas estas cosas las utilizaba con gran efecto en su enseñanza y de este tipo de individuo surgieron estos “Cuatro Principios de la Vida”. 

Ofrezco este breve esbozo de carácter con la esperanza de que ayude a añadir significado a sus Cuatro Principios.

El primero de los Cuatro Principios de Suzuki Sensei, “¿Y qué?”, está diseñado para ayudarnos en el camino hacia la ecuanimidad en nuestras relaciones con otras personas y circunstancias. Algunos nacemos con grandes ventajas, mientras que otros nacemos bastante desfavorecidos y, por supuesto, hay todos los matices entre ambos.  Siempre hay alguien más aventajado que nosotros para ayudarnos a no ser orgullosos. Asimismo, siempre hay alguien más desfavorecido que nosotros, por lo que nunca debemos sentirnos decepcionados por cualquiera que sea nuestra condición. En ambos casos, cuando pensamos en nuestra posición personal en la vida en comparación con los demás, debemos decirnos: “¿Y qué?” 

Nacer en una sociedad pacífica en la que se puede acceder libremente a la educación y en la que se respeta la ley es una gran ventaja para cualquiera. Esto nos permite el tiempo, la libertad y, con suerte, la inteligencia, para explorar nuestra práctica sin preocupaciones ni interrupciones innecesarias. Al mismo tiempo, la vida fácil que ofrecen las ventajas puede fomentar que se den por sentadas las circunstancias, lo que puede dar lugar a la peor clase de tragedia, que es el desperdicio de esta vida de grandes oportunidades.  

Por otro lado, es una desventaja nacer en una sociedad caótica y desordenada, que no respeta la ley, la educación o el fomento de la igualdad de oportunidades. Esto puede hacer que tengamos que dedicar gran parte de nuestro tiempo y energía a buscar simplemente la seguridad y la supervivencia para nosotros y nuestras familias. Sin embargo, mientras que el choque y el estrés de este tipo de vida podrían tender a desanimar cualquier tipo de práctica espiritual formal, podría muy bien impulsarnos a un cuestionamiento más profundo e inclusivo de nuestro propósito aquí en la tierra.   

Dado que las condiciones en las que cada uno de nosotros ha nacido no pueden cambiarse a menudo a voluntad, nos conviene encontrar el beneficio y la gratitud por cualquier condición en la que nos encontremos en esta vida. Por esta razón, Suzuki Sensei presenta “¿Y qué?” como el primero de sus Cuatro Principios.

Una vez que tomamos este punto de vista en serio, podemos comenzar a sentir el mismo tipo de aprecio por cada persona y situación que encontramos, no sólo por aquellas que parecen ser ventajosas para nosotros. 

Hay muchos acontecimientos pequeños, incluso cotidianos, que pueden considerarse ventajas y desventajas. Aún éstos son siempre algo por lo que estar agradecidos. 

Este es el tipo de templanza que Suzuki Sensei fomenta en todo momento. Estos dichos que vinieron de él… fueron el resultado de años y años de su exploración personal sobre lo que significa experimentar esta unificación de mente-cuerpo y compartirla con otros. La base de estos principios, por supuesto, la aprendió a los pies de su maestro, Koichi Tohei Sensei.

Algunas personas, cuando escuchan este “¿Y qué?” lo perciben como algo cínico, pero esto es un malentendido, así que por favor no lo toméis así.  Esto no es algo como decir: “No me importa”. No es así. No es que no nos importe. Tal vez “no me molesta” es mejor. Por eso nunca decimos “No me importa” sobre la dificultad o la desgracia de alguien. “¿Y qué?” es no molestarnos cuando hace calor, no molestarnos cuando hace frío, no molestarnos si estamos enfermos, no molestarnos si nos hacemos viejos, no molestarnos si alguien te acaba de insultar. ¿Y qué? Es un poco como decir, bueno, ya veremos lo que pasa ahora.

¿Conocéis la historia del granjero y su mujer e hijo? Los tres vivían en una granja, y tenían un caballo, y el caballo hacía todo el trabajo posible. Tiraba del arado. Tiraba del carro. Lo hacía todo por ellos. Su hijo era un adolescente y también trabajaba mucho en la granja. Una noche, al final del día, el hijo encerró el caballo pero no cerró bien la puerta. El caballo se escapó durante la noche, y por la mañana un vecino le dijo al granjero: “Ay no, ¿qué vas a hacer ahora? Ya no tienes caballo. ¿Cómo vas a cultivar”? Y el granjero le dijo: “Ya veremos”.

Al día siguiente, el caballo volvió con otro caballo. Había encontrado un amigo. Así que ahora el granjero tenía dos caballos, y el vecino se acercó y dijo: “Vaya, eres muy afortunado. Ahora tienes dos caballos”, y el granjero dijo: “Pues, ya veremos”.

Al día siguiente, el granjero le pidió a su hijo que entrenara al caballo para que tirara del arado y del carro. En el proceso de domesticar al caballo, el joven se cayó del caballo y se fracturó la pierna. Entonces vino el vecino y le dijo: “Pobre, no vas a poder recoger tus cosechas. Tu hijo no puede ni caminar”.  Y una vez más, el granjero dijo: “Ya veremos”. 

Al día siguiente, el ejército pasó por el pueblo y reclutó a todos los jóvenes para ir a la guerra, excepto a su hijo, porque, por supuesto, su hijo tenía una pierna fracturada. 

Por supuesto, esta historia podría continuar con “Oh, no” y “ya veremos”. Pero el punto es ya obvio. Nunca hay que suponer lo peor ni lo mejor. ¿Y qué? 

Esto es un poco como el coronavirus, ¿lo habéis notado? Por supuesto, somos sensatos, y seguimos la dirección que la ciencia recomienda. Pero aún así, todos tenemos preguntas “orientadas a nosotros mismos”, como si quisiéramos saber por qué tenemos que estar encerrados así, cuándo podremos volver a entrenar libremente en el dojo, y si todos los alumnos volverán a entrenar con nosotros, etc.  No podemos saber estas cosas, por supuesto, así que sólo podemos decir “Ya veremos”, o “¿Y qué”? Lo único que hay en nuestra experiencia es esto ahora mismo. 

Estoy muy agradecido de poder relatar estas historias sobre Suzuki Sensei. A menudo son reveladoras. Pero, por favor, no creáis nada de esto. Si algo os parece verdadero, averiguadlo por vosotros mismos si lo es o no. Si algo os suena un poco extraño, no hagáis nada con ello. Dejadlo ahí hasta que podáis ver a qué está apuntando. Pueden pasar años. Por supuesto, tenéis que practicar mucha meditación. Tendréis que hacer el trabajo. Yo también lo estoy haciendo, pero no puedo hacerlo por vosotros. Tenéis que hacerlo por vuestra cuenta, ¿vale? 

Cuando llegué por primera vez al Dojo de Maui, Suzuki Sensei estaba entrenando en Japón, así que no lo conocí durante varios meses. El primer día que regresó al dojo, entró y gritó: “Hola, amigos, ya estoy aquí”. Se puso el uniforme y la hakama, y sin titubear pisó el tatami, cogió un bokken, y nos persiguió a todos hasta el rincón mientras nos apuntaba con el bokken mientras gritaba cosas como “¡spat”! y “¡byu”! Yo era un tío grande, y estaba justo en el rincón, y sentí que me estaba sujetando personalmente con ese bokken.  Nos dijo: “No entendéis nada, amigos.  Este entrenamiento es shinken shobu, entrenamiento de vida y muerte”. 

No pasó mucho tiempo después de eso cuando empecé a escucharlo decir “¿Y qué”? Esta frase “¿Y qué”? puede parecer a algunos diferente, o incluso lo contrario, de ver y tratar cada momento como “vida y muerte”. Sin embargo, bien entendido, “¿Y qué”? se aproxima mucho en su significado a “shinken shobu“. No tenemos forma de saber cuándo ocurrirá nuestra muerte, por lo que cada momento de esta vida lleva consigo esa posibilidad inminente. Sin embargo, si vivimos esta vida como si estuviéramos aterrorizados por esta eventualidad, entonces naturalmente no estaremos viviendo nuestra vida en lo más mínimo. Y por otro lado, si tratamos con cinismo la inevitabilidad de la muerte como si no importara en absoluto, de forma arrogante, como si no tuviera ningún poder sobre nosotros, cuando nos llegue ese momento estaremos totalmente desprevenidos. No hay nada que podamos hacer contra la muerte, ni en un sentido ni en otro. Así que aprendemos a no darle importancia a este enigma. Nos decimos: “¿Y qué”? Esto es venerar la vida de la manera más profunda, respetando la presencia inevitable de la muerte.

Por supuesto, no veneramos la muerte, pero tampoco veneramos el miedo. No vivimos para morir, así que no tenemos que pensar en morir todo el tiempo. No tenemos que preocuparnos por ello, pero debemos respetarlo. ¿Y qué? significa estar aquí ahora, sabiendo que podemos morir en cualquier momento, aceptando ese hecho y sin preocuparnos. Hay muchas cosas en esta vida sobre las que no podemos hacer nada, incluyendo la muerte. 

Nunca podemos saber qué ocurrirá en el momento que sigue en nuestras vidas. No tenemos ningún control sobre estos eventos desconocidos, y por eso es interesante ver que se pasa tanto tiempo preocupándose, planeando, engatusando, rezando, deseando, buscando alguna medida de control sobre lo desconocido. Lo mejor es decir ¿Y qué? y trabajar con diligencia en lo que se nos da, y así no sufrimos.

Cuando utilizo la palabra “sufrir”, me refiero a la reacción a una experiencia, ya sea agradable o desagradable. El sufrimiento es la resistencia al dolor y a la pérdida. Esta resistencia es algo que nos causamos a nosotros mismos.  El dolor y la pérdida no son la causa de que sintamos lo que sentimos. Y tampoco nadie más lo causa en nosotros. Nosotros creamos nuestro propio sufrimiento por la forma en que reaccionamos al dolor y al placer. Cuando tenemos dolor, nos quejamos y nos lamentamos. Cuando tenemos placer, nos preocupamos por la pérdida del mismo. En cambio, si tenemos dolor, “¿Y qué”? Si tenemos placer, “¿Y qué”? Esto no es alejar el dolor ni sujetarse al placer, y esto no es tratar de controlar el momento desconocido del futuro.

Después de la muerte de Suzuki Sensei, tuvimos un servicio conmemorativo bastante grande. El lugar estaba a tope de gente; más de 350 personas asistieron de todo el mundo. Su familia me pidió que diera el elogio. Me sentí honrado, y realmente quería hacerlo porque me sentía muy unido a Suzuki Sensei. Sin embargo, cuando subía al atril para hablar, me di cuenta de que no había manera de hacerlo. Yo ya tenía un nudo en la garganta. Me preocupaba no poder hablar.

Sin embargo, en ese momento recordé que Suzuki Sensei me había dicho: “¿Y qué? si temes pasarte de emoción y no poder hablar, sencillamente habla más fuerte y podrás con ello”. El elogio duró unos diez o quince minutos y lo di prácticamente a gritos. Estoy seguro de que todo el mundo se preguntaba por qué hablaba tan alto, pero me ayudó. 

Permitidme decir algo más respecto a la diferencia entre no importarno y no molestarnos. En inglés, cuando decimos “No me importa”, significa que no sentimos que algo sea importante para nosotros. Al no importarnos, nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, por lo que no les prestamos atención. 

En cambio, queremos que nos importe lo suficiente como para prestar atención a todo, sea lo que sea, porque la atención, la conciencia, es la clave de nuestro desarrollo. Nuestra capacidad de atención es nuestra capacidad de estar presentes y abiertos en cualquier situación. Así que importar es de suma importancia. 

Por otro lado, no molestarnos por algo significa simplemente que no nos preocupamos innecesariamente por ello. No molestarnos es como: “¿Y qué? Está sufriendo, sí, y me importa, así que me ocuparé de él, pero mi empatía no depende de ningún resultado ni recompensa. No voy a imaginar que lo voy a curar. No voy a pretender que soy la fuente de su salvación. No voy a pretender que soy más de lo que soy en esta situación. Al mismo tiempo, esto no me va a inquietar. Cuando esté delante de mí, lo serviré. Cuando no lo está, no pienso en ello. 

Por ejemplo, digamos que alguien saca un cuchillo y nos lo pone en la garganta. Por supuesto, lo hacen para intentar controlarnos, para intimidarnos. Lo hacen para asustarnos y que les veamos como el centro de la autoridad, y para que nos veamos como víctimas de esa autoridad, y por lo tanto a merced de ella. 

Eso es lo que significa un arma, y la gente tiene todo tipo de armas. No son necesariamente cuchillos afilados, físicamente. La gente puede ser muy amenazante en la forma en que utilizan sus armas no mortales. El arma puede ser intelectual o puede ser emocional o puede ser financiera. Por supuesto, es cierto que suele incluir componentes físicos, pero no siempre es así como funciona en nuestra vida diaria. 

Sin embargo, la relación de la que voy a hablar aquí es siempre la misma, sea física o no. Aquí es donde Suzuki Sensei mencionaba ¿Y qué? cuando estábamos entrenando, cuando no estábamos conectando con nuestro compañero.

No podemos llegar a ser uno con nuestro compañero si nos sentimos intimidados por él, o incluso si sospechamos que intenta controlarnos. Este punto uno es el centro de nuestro universo. Si yo soy el centro de mi universo, entonces no permito que nadie más intervenga y se convierta en ese centro. Sólo yo tengo la capacidad de permitir que otra persona cambie mi visión de mí mismo para convertirme en una víctima, un receptor en lugar de un dador. Esto significaría recibir el Ki en lugar de extenderlo. 

Cuando Koichi Tohei Sensei daba cursos públicos, solía empezar diciendo: “Yo soy el centro del universo”. Y, por supuesto, en Occidente, muchos reaccionaban a eso pensando: “¿Quién se cree este tipo”? Y, por supuesto, lo decía así para conseguir esa misma reacción. Y luego nos recordaría que todos y cada uno de nosotros sin excepción somos el centro del universo que habitamos. 

Por lo tanto, la forma en que miramos a los demás debe ser ¿Y qué? Esto no significa que desestimemos o faltemos al respeto a los demás. Por el contrario, significa que elegimos seguir siendo el centro de nuestro universo, y no cederlo a la demanda de ningún otro individuo o grupo. Esta es la responsabilidad del individuo en el Aikido.

Un día Suzuki Sensei me dijo que sus Cuatro Principios coinciden con los Cuatro Principios Básicos de Tohei Sensei. “¿Y qué”? es “Punto uno”, “No hacer nada” es “Relajado completamente”, “Ser natural” es “El peso está en la parte inferior”, y “No te preocupes, sé feliz” es “El Ki se extiende infinitamente”. 

En etapas tempranas, Tohei Sensei solía referirse a sus Cuatro Principios Básicos como cuatro maneras diferentes de aproximarse a la unificación de mente-cuerpo. Más tarde en su vida, lo expresaba de forma un poco diferente. Decía que los Cuatro Principios Básicos son iguales, no diferentes. Esto encaja con el sentido de Tohei Sensei del misterio de la igualdad en todas las cosas. Por ejemplo, le gustaba referirse a los opuestos (como la concentración y la expansión) como lo mismo. 

Tal vez, entonces podemos decir de manera similar que los Cuatro Principios de Suzuki Sensei son también lo mismo, lo que quiere decir, por supuesto, que la experiencia de cada uno es la misma. La experiencia de “¿Y qué”? “No hagas nada”, “Sé natural” y “No te preocupes, sé feliz” es la misma, y esa experiencia es la de nuestra unificación natural de mente-cuerpo. Esto no es una mera cuestión semántica, sino que revela una importante pista que apunta a nuestra experiencia de unificación de mente-cuerpo. ¿Cuál es la naturaleza de esta experiencia que nos permite identificar todo esto como lo mismo? 

Tohei Sensei diría que la naturaleza de la “igualdad” reside en el Reiseishin, o “Mente Original”. Reiseishin es ese estado del ser en el que no hay ningún anhelo o necesidad de más, ninguna decepción o insatisfacción con menos. Esas experiencias son producto de la mente pequeña, la mente shoga. Todo el aferramiento y la incapacidad de soltar tienden a surgir de un estado mental pequeño de ambición agresiva. Las etapas iniciales de transformación para salir de esa mente pequeña, de pro y contra, se llaman práctica de keiko, entrenamiento de autodesarrollo. Esta etapa de la práctica consiste básicamente en dejar de lado el condicionamiento anterior y prepararnos para empezar a vivir con una mente de principiante, que es un estado en el que se reconoce y acepta el no-saber.

No hay nada “malo” en nuestro condicionamiento anterior, excepto que no queremos quedarnos atrapados en él, ya que una mente que está llena no tiene espacio para aprender algo nuevo. Especialmente en esta etapa de nuestro entrenamiento, ¿Y qué? puede ser muy poderosamente útil. Automáticamente nos lleva directamente a la siguiente y más elevada etapa de nuestro entrenamiento, conocida como práctica de shugyō. Este es un nivel en el que la mente y el cuerpo están unificados. Mente y cuerpo unificados significa que el yo y el otro están unificados. Ya no hay “otro” que superar.